Definición.
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria articular de carácter crónico.
Frecuencia.
Tiene una prevalencia mundial de aproximadamente 5 de cada 1000 adultos. Afecta 2-3 veces más frecuentemente a mujeres que a hombres y puede aparecer a cualquier edad, siendo; sin embargo, el inicio más frecuente en torno a la sexta década de la vida.
En el pasado reciente la AR era sinónimo de discapacidad, merma de la actividad laboral e incremento precoz de la mortalidad. Afortunadamente en las últimas décadas el avance registrado en la comprensión de su fisiopatología, el desarrollo de nuevas terapias y de nuevos y más certeros métodos de medida de la enfermedad han posibilitado una notable mejoría del pronóstico.
El control de la AR, una enfermedad que cursa con inflamación crónica de la membrana sinovial articular y eventual destrucción del cartílago articular y del hueso para-articular es ahora una meta más que factible para el reumatólogo del siglo XXI.
Síntomas.
La AR es una enfermedad articular, de carácter simétrico, que afecta de manera bilateral a múltiples articulaciones.
La afectación articular precoz pude ser enormemente variada con un comienzo más insidioso y afectación de unas pocas articulaciones; o bien por el contrario, manifestarse con una afectación poliarticular severa.
El paciente prototipo se presenta inicialmente con dolor y tumefacción de articulaciones de manos y pies. La inflamación afecta característicamente muñecas, metacarpofalángicas, interfalángicas proximales y metatarsofalángicas. Igualmente se afectan articulaciones de mayor tamaño tales y como los hombros, los codos, las rodillas y los tobillos. Típicamente aparece una rigidez matutina de más de 30 minutos pudiendo extenderse durante horas.
Si la enfermedad no está lo suficientemente bien tratada pueden aparecer manifestaciones extra-articulares varias: nódulos reumatoides, afectación pulmonar, ocular, etc.
Los pacientes con AR pueden se ven afectos por múltiples comorbilidades, siendo la enfermedad cardiovascular una consecuencia directa del proceso inflamatorio crónico y la primera causa de fallecimiento. En la AR el riesgo cardiovascular es inherente a la propia enfermedad y está menos asociado a los factores de riesgo cardiovascular tradicionales. Por tanto, la disminución del riesgo cardiovascular se consigue con un control adecuado del estado inflamatorio de la enfermedad.
La importancia de un diagnóstico y tratamiento precoces.
Diagnosticar precozmente la AR y tratarla enérgicamente, sin dilación alguna resultan de capital importancia para el devenir de la misma a largo plazo. Con esta política se consigue prevenir el daño estructural en el 90% de los pacientes con artritis precoz. No hay tiempo que perder. Somos especialmente eficaces en estos primeros momentos (ventana terapéutica) y la remisión -control exquisito de la enfermedad- es una meta más que factible. Si por el contrario somos poco intensos y rápidos en el tratamiento de estos primeros estadíos de la enfermedad, nos encontraremos con que el 80% de los pacientes tendrá cambios destructivos articulares y que el 40% de ellos habrá tenido que dejar de trabajar en los 10 años siguientes al inicio de la enfermedad.
Hoy en día, el objetivo terapéutico en estadíos precoces de la enfermedad es conseguir la remisión completa (no actividad de la enfermedad) o en su defecto, un estado de baja actividad de la enfermedad (mínima actividad residual) que disminuyen el riesgo posterior de daño articular.
Tratamiento.
A pesar de que la AR es incurable, a día de hoy, con el amplio arsenal terapéutico disponible es posible obtener un magnífico control de la enfermedad.
Los pacientes deben ser tratados con fármacos modificadores de la enfermedad (FAMEs), entendido este término como el que engloba medicamentos que controlan los signos y síntomas de la enfermedad, mejorando la función física y deteniendo el daño estructural.
Actualmente los FAMEs se dividen en sintéticos (pequeñas moléculas químicas administradas por vía oral) y biológicos (proteínas administradas de forma parenteral). Los sintéticos pueden a su vez subdividirse en convencionales (aquellos que pasaron a la práctica clínica basándose en observaciones empíricas) y en aquellos que fueron diseñados “exprofeso” para interferir sobre una molécula o vías de señalización específicos, fruto, estos últimos de los recientes avances obtenidos en el campo de la biología molecular/estructural.
De entre los convencionales y, con una experiencia de uso de más de 50 años, el más conocido es el metotrexato; sin embargo, las dosis utilizadas en la actualidad son sensiblemente mayores que las usadas antaño.
Los fármacos biológicos comprenden fundamentalmente compuestos proteicos que bloquean determinadas citoquinas (mensajeros entre las células del sistema inmune) con actividad pro-inflamatoria o deplecionan líneas celulares (por ejemplo linfocitos B) implicadas en la patogenia de la enfermedad.
De aparición más reciente son los jakinibs, diseñados para bloquear la transducción de señal que las citoquinas ejercen a nivel intracelular.
El progreso es continuo con desarrollo de nuevas moléculas cada vez más eficaces y con menos efectos adversos. En una enfermedad crónica es vital el desarrollo de fármacos con elevada supervivencia (duración del tratamiento) en virtud, precisamente al mantenimiento de la eficacia y a la ausencia de efectos adversos que conlleven la suspensión del agente terapéutico.
*** La información proporcionada tiene el único fin de aportar educación a la población general. Para cualquier consulta personal/individual en relación al diagnóstico y /o tratamiento de enfermedades, sírvase solicitar una cita con un médico especialista cualificado.
Imagen:
Leyenda: Imagen de Artritis Reumatoide con afectación de articulaciones IFPs.
Crédito: Banco de imágenes de la Sociedad Española de Reumatología (SER) – Dr. Miguel A. Belmonte – Hospital General de Castellón)
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